Los intentos suicidas son un problema no solo para quienes los viven en primera persona sino que también para el núcleo que los rodea como amigos o familia. Los intentos suicidas conectan con la posibilidad de la muerte, generando sensaciones de mucho temor y angustia en las familias, con respuestas de desconcierto y desorientación en relación a qué medidas tomar para promover la mantención de la vida, los cuidados y el bienestar de su familiar.
Las personas que tienen ideaciones suicidas aisladas o recurrentes y que han intentado en una o más ocasiones quitarse la vida lo hacen estando inmersos en un clima emocional de profunda desesperanza y depresión, lo que genera una “visión de túnel” o atrapamiento en sentimientos de frustración asociados a conflictos o situaciones que se ven como imposibles de resolver. Otras veces quienes intentan quitarse la vida lo hacen desde el impulso, movilizados por enormes sentimientos de rabia, venganza o necesidad de agredirse o agredir a otros.
De lo anterior se desprende que las personas que han intentado acabar con sus vidas lo hacen muchas veces desde profundos sentimientos depresivos y otros lo hacen movilizados desde reacciones impulsivas y muchas veces erráticas que tienen que ver más bien con maneras poco efectivas de resolver emociones negativas y conflictos interpersonales.
Para ambos casos es recomendable una intervención que considere varios aspectos: tratamiento psiquiátrico en una fase inicial para manejar la sintomatología depresiva, angustiosa o impulsiva de quienes han intentado acabar con su vida, para luego dar inicio a una terapia psicológica en la que se realice contención y se indague sobre los conflictos y eventos vitales que han promovido la emergencia de la ideación suicida, así como promover la resolución de conflictos existenciales, identitarios y relacionales que puedan sostener estas ideas.
Por otra parte, resulta indispensable también realizar intervenciones familiares en un primer momento para recibir información y orientación sobre los cuidados iniciales frente a la idea, gestos o conducta suicida (cómo vigilancia 24 horas, mantener alejados y bajo llave objetos corto punzantes y medicamentos, evaluar posibilidad de internación). Luego de la fase de emergencia se recomienda un espacio de terapia familiar en donde los participantes puedan expresar sentimientos de temor, tristeza y rabia que los intentos suicidas pueden provocar, para luego dar paso a un proceso psicoterapéutico en donde se abordan posibles conflictos relacionales o cómo se viven y resuelven las emociones negativas en el núcleo familiar.
Es importante señalar que cada familia es distinta y los temas a trabajar en la psicoterapia emergen en el caso a caso, dependiendo de las particularidades del sistema familiar. Sin embargo, en todos los casos el psicólogo parte de la base de que la familia no es la “culpable” de estos intentos suicidas, evitando el enjuiciamiento de los participantes. En este espacio no se buscarán culpables de esta situación tan dolorosa y angustiante sino que se brindará un lugar protegido en dónde todos puedan expresar sus emociones o conflictos. Asimismo, la terapia promueve también la búsqueda de recursos en cada integrante de la familia y en su conjunto, explorando sus capacidades históricas para resolver problemas y promoviendo espacios de apoyo en sus redes cercanas (salud, educación, familia, comunidad).